Una esposa que ha engañado a su esposo durante los últimos años, un esposo que en su lecho de muerte desea reconciliarse con su hijo que abandonó siendo un niño, un hijo que ahora es marketing viviente que enseña cómo tratar a las mujeres y convertirlas en esclavas sexuales; una reportera que desea descubrir el frágil pasado de ésta estrella de la autoconfianza y la virilidad.
Una parte, tan sólo esto es una pequeña parte, de una de las historias más fascinantes y entrelazadas que Paul Thomas Anderson entregó a principios del nuevo milenio. Sin dejar de lado la innegable marca e influencia que Stanley Kubrick tiene en el cine de este artista, también encontramos una fuerte presencia e influencia narrativa de las historias que Robert Altman realizó al final de su vida, grandes tramas donde en un punto se cruzan o coinciden sus protagonistas.
P. T. Anderson rebusca la manera de cruzar destinos y vidas tan ajenas como conflictivas, y parece casi imposible describir en unas líneas una historia de este tipo. Centrémonos en Frank T. J. Mackey (un increíble Tom Cruise), gurú del desposeído emocional y sexual que ofrece la manera, a través de un manual sencillo manual, de conocer y relacionarte sexualmente con mujeres; para Frank, su método es un asunto serio y su imperio es reflejo del éxito que ha logrado a través de una vida dura que él mismo ha vivido; sin embargo no sospecha lo que una simple tarde de trabajo le depara, con una estrepitosa caída personal al ser acorralado y descubierto por una simple reportera que deseaba saber un “poco” más del oscuro y conmovedor pasado que se empeña en presentar.
Frank, tampoco sospecha que durante esa misma tarde recibirá una simple llamada telefónica que afectará y modificará toda su existencia; el regreso de algo que tanto odia, pero que a deseado infinidad de veces; su padre, moribundo, desea verlo y Frank no entiende ni sabe por qué todo esto le sucede justo ahora en este momento de su vida.
Una historia así parece que solamente puede ser inventada para el cine, casualidades que llevan a descubrir algo, conocer a alguien, enfrentarse a un problema, encarar todo un destino en un simple y vano momento que no podría ser únicamente producto de una casualidad, del azar, de lo que no comprendemos pero deseamos a cada momento que ocurra.
Una situación estresante y agobiante como la que enfrenta Frank puede desembocar en muchas probabilidades, desde ignorarlo y no hacer nada, hasta encararlo y conocer una faceta más de la pobreza y crueldad humana.
El azar y el deseo pueden ir de la mano en ocasiones, desde ese niño interior destrozado por el abandono de su padre, y el adulto que puede encarar y perdonar a quien influyó y casi destruyo su vida. Frank no sabe, como muchos de nosotros en una situación así, qué hacer, duda y desea que su padre muera, muestra su coraje, su odio, su dolor, pero en el fondo desea verlo y descubrir qué siente.
Una simple decisión que puede cambiar una vida, una carrera, una pareja, un matrimonio; casi todo está lleno de estos momentos, de estas dudas, de estos simples eventos que ocurren sin que nadie los note, sin que alguien repare en verlos, en describirlos, en imaginarlos, hasta que llega esa misma tarde para cada uno de nosotros donde una simple llamada, una simple pregunta o una simple duda modificará toda nuestra existencia sin siquiera haberlo planeado, pero muy probablemente con el deseo inconsciente de que eso ocurriera.